15 noviembre 2024

Diversidad tertuliana

La diversidad es el alma de toda buena tertulia. Sin ella, una conversación se vuelve un monólogo, una voz única que retumba en el vacío. Pero cuando la diversidad se despliega, cada persona aporta una pieza única al rompecabezas, creando un mosaico vibrante de perspectivas. En una tertulia, no se busca la unanimidad, sino el contraste; la belleza de una conversación rica y plural.

Imaginemos que en una mesa se sientan una ratón cuántico, una cartógrafa zíngara, un capitán pirata y una trovadora errante. Cada cual trae consigo su propio mundo, una forma de ver y entender las cosas que es fruto de sus experiencias, lecturas, saberes y hasta de sus propias incertidumbres.

Así, el ratón habla del ritmo oculto en las palabras; la cartógrafa, del orden en el caos; el pirata, del silencio que acompaña a cada viaje; y la trovadora, del peso del tiempo en cada instante. Lo mágico es que, aunque ninguno piensa igual, juntos construyen un discurso que se entrevera, formando un tapiz de significados donde cada hilo tiene su lugar.

La diversidad no solo se limita a profesiones o conocimientos; va más allá, hacia el terreno de la identidad. Cultura, origen, creencias y sueños se entreveran, y cada uno de esos elementos da matices únicos a la conversación. En una tertulia, se rompen barreras. No hay jerarquías de opinión, ni se exige el consenso. Lo importante es abrir los oídos, escuchar lo que nunca habríamos pensado, dejar que una idea ajena nos sacuda un poco las certezas.

Al final, todo esto nos recuerda que, aunque todos somos diferentes, compartimos un anhelo común: el de entender un poco más este mundo complejo. La diversidad nos invita a mirar con otros ojos, a cuestionarnos, y a celebrar que, en el fondo, esa mezcla es lo que nos hace humanos.

Basado en esta crónica.

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